Se dice que las ciudades nos afectan más de lo que creemos. Y aunque desde hace siglos se ha intentado construir urbes más limpias, más eficientes, más bellas, hoy sabemos que también deberían ser más humanas. Hablar de salud mental en el urbanismo no es una tendencia, es una urgencia. El diseño de los barrios —ese primer anillo de vida cotidiana— es quizás uno de los espacios más poderosos para transformar la manera en que sentimos, convivimos y habitamos.

La forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos está profundamente influenciada por los espacios que habitamos. Sin embargo, durante mucho tiempo, el diseño arquitectónico ha priorizado lo estético o lo funcional, dejando de lado un factor crucial: el impacto que los espacios tienen en nuestro sistema nervioso autónomo, nuestras emociones y nuestra salud. Aquí es donde entra la neuroarquitectura. Aplicar la neuroarquitectura no es solo una tendencia, es una responsabil

¿Y si diseñar mejor los barrios ayudara a prevenir la demencia? Envejecer no debería significar deteriorarse. La ciencia ha confirmado que casi la mitad de los casos de demencia podrían evitarse con intervenciones tempranas y hábitos saludables. Pero, ¿y si los entornos donde vivimos fueran parte activa de esa prevención? En mi nuevo ensayo exploro cómo la neuroarquitectura puede transformar residencias, barrios y comunidades para favorecer un envejecimiento cognitivo salud